8/05/2022

Antes de ser Z.

Una tarde, como muchas que no han leído estimados radioescuchas, me quité los audífonos del estudio y decidí caminar un rato, cuando de entre mis pensamientos y revisar una y otra vez el celular vi el número que había publicado. Era un número para preguntas y citas por WhatsApp, supongo yo que su verdadero número era privado, pero eso no me molestaba, ni viene al caso preguntar. Llamé. Su voz era suave, ocupada y quizás contestando mientras revisaba la lap, subía algún articulo o cobraba algo por banca en línea. El precio era lo de menos, había yo echo muchos cálculos, increíblemente para eso si me habían servido las matemáticas.

El plan estaba en marcha y esperaba contar con el dinero a fin de mes o quizás del año, creo recordar que la llamada había sido por finales del 2017, Diciembre y la noche ya teñía de frio las calles.

A primera hora de un fin de semana, que no necesariamente fue el siguiente, fui con una vieja conocida, una mujer dueña de una tienda de ropa estilo gótica, fan del visual key, de los eventos de aquella índole y los años recorridos por una vieja rivalidad quizás amorosa. Nos saludamos, platicamos de nuestras vivencias y luego de recordar viejas marchas LGBT, le mostré mi caprichoso pedido, los demás accesorios no hubieran importado, pero ese en particular no debía faltar.

De vez en cuando la saco para cepillarla o usarla en un Love Live Fest.

Ella lo escudriñó, me pareció ver un curioso brillo en sus ojos pero no son del tipo de personas que te preguntan "¿Para que lo quieres?" sino "¿Para cuando lo quieres?". Mi prisa no era mucha, ya que el gasto iba a ser enorme para alguien que paga cosas, deudas y monas chinas obvio, pero el capricho iba a medio camino y no me iba a frenar.

Tres meses pasaron y la reunión se repitió, ella con galante alegría me recibió en su tienda y me mostró la peluca, yo la miré fascinado, el pelo negro azabache, el color de la noche, las coletas ensamblables y los moños rojo pasión (la que desbordaría esa tarde) todo perfectamente guardado en un improvisado morral de Terry Bogard que compré en el susodicho lugar conocido como Fan Freak Center para guardar el paquete, para la anécdota, ésta anécdota.

La desidia pasó y un par de meses de sueldo también por lo que en una renuncia al Laboratorio que me dio trabajo (y lata) por 6 años y antes de entrar a maquetar mangas decidí que era el timing perfecto.

Como buen paranoico le pedí a uno de mis amigos de más confianza que si en un tiempo límite no le mandaba ningún mensaje le pasara el dato a mis amistades por FB, el ya sabía a quienes, las cosas en la CDMX lo orillan a uno a eso lamentablemente pero no hubo necesidad de alarmar a nadie, bueno, solo a mi pequeño gran muchacho esa tarde, porque iba a haber acción con todo y "el turbo activado".

A veces creo que trasciendo limites con la waifu, ¿viviendo el sueño o soñando con la vida?

Tomé un buen baño de pies a cabeza, uñas recortadas, barba rasurada, perfume fresco y suave y unos chocolates Hershey's edición especial rellenos de café para regalárselos en el post momento. Llegué al punto acordado y luego de recorrer la cita una hora y pasearme por las calles de la Condesa y ver que se acercaba la verdadera hora 0 me dirigí al hotel, la dinámica era simple, tu agendas, tu escoges el hotel y pagas la habitación, nadie dijo que el capricho iba a ser barato pero lo valió, no puedo recordar con claridad todo pero si te puedo decir que en el vaivén de todo el aroma de intimidad susurraba el nombre de mi musa "Nico" una y otra vez. Anteriormente me leí el libro que ella publicó, porque si, publica libros, cuenta anécdotas en cierto periódico y esta iba a ser una de ellas: >> Tuve sexo con disfraz << 

La bizarra odisea Joestar.