7/29/2020

El se llamaba Abraham.

Cuando lo conocí me impresionó su alta estatura, su complexión, que si bien no era atlética, era buena y en forma para los muchachos de nuestra edad.

Al principio o desde siempre, he sido un poco renuente de conocer a las personas, a interactuar de más, no se si porque desde antaño me dediqué a imaginar otras historias, personas y situaciones o simplemente el pequeño que se sentaba en las escaleras a ver a los demás jugar había hecho su aparición de nuevo, pero tu, fuiste diferente.

Un día nos pusimos a platicar del tema mas inverosímil de todos, tanto, que no lo recuerdo a la fecha, pero yo había atrancado contigo una mancuerna, una dupla inexplicable que me resultaba entre divertida y extraordinaria. Mientras yo divagaba con personas lejanas, tu te dedicabas a sentarte en la biblioteca a leer, a repasar, a reflexionar tus propios estudios, las materias que mas nos costaban trabajo.


Pasamos buenos momentos, como aquel cuando repasamos juntos alguna clase de matemáticas avanzadas en la plaza mas cercana y no dimos ni una con los estudios, pero platicamos de cosas muy divertidas.

Fuiste mi amigo extraordinario de maquinas de baile, burlándote de ese "jineteo" que daba en cierta canción, pero que tu mismo experimentaste (o no?) cuando te tocó bailarla. Sufrimos para desbloquear tu canción favorita "I'm Trash man" en la versión donde los copos de nieve caían sobre la pantalla y te desviviste jugandola.


Un día yo llegué a contarte mis tristezas plasmadas sobre una carta, de desamor como siempre y tu te volcaste a leerla, doblarla y romperla. Nunca jamás voy a olvidar ese gesto pues me enseñaste a dejar ir el pasado y volar hacia cosas mejores.

La noche que pude ir a dejarle tu rosa, esa rosa roja a la maestra que te (nos) gustaba fue surreal, divertida, casi demencial pues entre que tu esperabas escaleras arriba, ella pensaba lo más arrevesado de esa situación porque claro, ¿una maestra y un alumno? ¡nadie lo creería!

Extraño por momentos las caminatas y pláticas que teníamos rumbo al camión, en medio de la noche, en medio de la nada de los arboles y cuando llego a recordar y caminar por ahí, siempre te recuerdo y te dedico un par de palabras, en nuestros "Campos Elíseos".


El atardecer llegaba, nuestras inseguridades también y el amor en tiempos de estudio fue nuestro detonante, de tu lado, una mujer por demás inteligente, te daría gusto verla convertida en una gran ingeniera, sacando la chamba, criando una familia, como me hubiera gustado que la vieras feliz, pero se que desde donde estas, la cuidas mucho y de mi lado, bueno, tu lo sabes, la gente lo sabe, es una historia que por el momento no es protagonista.

Nunca supe el porqué exactamente de tu tristeza, de tus miedos y quizás es algo que nunca me llegue a responder, de tus ideas finales, de que sería hipócrita de mi parte decir que ojalá yo te hubiera podido ayudar más pues el tiempo ha pasado ya y no se puede regresar y que en su momento, a pesar de las señales no haya podido estar ahí para ti como tú lo estuviste para mí. Que te hayas ido de la manera que ocurrió fue tan rápida, incluso mi padre lo dijo una tarde tantos años después y me dejó perplejo "para hacer ese tipo de cosas se deben tener unas agallas tremendas". Nunca lo creí en su momento y siempre pensé que te vería al día siguiente, que seguirías ahí en la biblioteca leyendo tus libros, quitándote las gafas y recibiéndome con una cálida sonrisa. Cuando tú padre me contestó el teléfono y me narró lo sucedido, me derrumbé, lloré lo que nadie había tenido idea que podía llorar y lo demás fue difuso, como ver una película muy malgastada con un sonido ahogado en ruido blanco, ya no me acuerdo de nada más, mis últimos actos de cobardía y en esa escuela en la que ya no quise estar.


Te volviste parte de mi, siempre llevo tus recuerdos y frases conmigo, ahora ya no veo las cosas "difíciles" sino "divertidas", y siempre doy el mejor consejo que me pudiste dejar "Haz lo que digo y no lo que hago".

Tu fuiste Abraham Jiménez Téllez, un joven extraordinario, noble, ingenioso como ningún otro, con un gran corazón y a la vez tan frágil, y siempre te voy a recordar como uno de mis mas grandes amigos de todos los tiempos, no importan los años que pasen, pues mas que un amigo, fuiste mi hermano.

------------------------------------------------------------------------------------------

No somos eternos, pero que tu única referencia después de vivir sea una mala nota sobre tu partida me entristeció en demasía y por ello, este pequeño escrito que expresa lo mejor de ti como la persona que fuiste.

Para los lectores, Abraham fue un amigo mío muy querido, que lamentablemente se quitó la vida en 2003. Aún después de tantos años, sigo aprendiendo que nunca hay que descuidar a un amigo, procurar a quien muestre signos de depresión y ayudarle lo más que se pueda de la mejor forma. Cuídense y cuiden de sus seres queridos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El mejor consejo que me dio es "sonrie siempre"... Y así traté.
Siempre estará conmigo y lo amaré hasta el último día. Porque como el dijo "juntos por siempre.

La bizarra odisea Joestar.